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Pequeña carta a la coherencia

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     Vivimos para justificar nuestra existencia. El creyente se ahorrará el arduo trabajo de definirse pues abrazará su fe como identidad única. Me dirijo, entonces, al ateo. No al agnóstico ni al escéptico, ellos decidieron no molestarse en estos temas.      Prosiguiendo, el ateo coherente sea quien entienda su vida como una praxis en su conjunto y no divida palabra, pensamiento y acción a su menester. Es nuestra falta de control y autoconocimiento lo que conduce a una vida indecisa e interrumpida constantemente por brotes fortuitos y efímeros de felicidad. Esto no hace más que alienar a receptor quien acaba experimentado los retales de una supuesta vida que más tarde narrará con la voz de la sabiduría a unos absortos educandos. Así es como no terminamos de dar con el sentido de nuestra vida y, prestos a sentirnos mejor buscamos reparar la de otros. Consecuentemente, acabamos encallados en una gran paradoja de falsas virtudes. Somos el mal médico que se ciñe al protocolo e invi

Días raros

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     Sucedió en aquella época discordante, una época en la que el astuto estudiaba farmacia y no ADE. Y, por supuesto, en una época en que todos enfermábamos. Vivíamos en una sociedad en el limbo, atrapada entre dos generaciones, reacia a avanzar y, mucho menos, a retroceder. Yo me encontraba allí sentado, observando la escena con los ojos de aquel lunático que quedó prendado de la Luna. Les observaba dar vueltas, caminar en círculos. Por entonces es lo único que hacíamos, ya que no quedaba otra opción. De esta manera, nos veíamos muy a menudo, por no decir a cada hora y minuto del día. No había forma de evitar un encuentro. Sí, por casualidad, lo conseguías, sólo tendrías que esperar a que la persona recorriese ese estrecho y marcado camino curvado, hasta que por una casualidad tan poco casual terminaba otra vez frente ti, presta a una dosis de sociedad bien estudiada.      Las líneas curvas siempre han mantenido cierto recelo para mí, tan traicioneras y meticulosas. Una rect

Aquella noche

- ¿Y qué hacías ahí tirado? Bebiendo solo, cara a la pared. Además, en un garito así, con una música tan atrayente. - ¿Has estado alguna vez completamente perdida? Si lo has estado, reconocerás que lo que uno debe hacer en esos casos es quedarse quieto, esperar a que lo encuentren. Pues bien, creo que esa era mi situación en este momento, y por eso ando tan abstraído. Hace meses que estoy perdido, probablemente de forma voluntaria. No lo sé. De lo que sí estoy seguro es de que me alegro de verte esta noche.

Decidiendo principios

Erigirse virtuoso despreciando la virtud Amar la coherencia sin creer en el amor Creer en el deber y escapar de la sociedad Otra vez en las andadas pequeño Otra vez sólo y recluido Ponderando ventajas y desventajas Engordando tus ideas para despreciar banalidades Siempre convenciéndote de cuán productivo Es para ti ese diálogo interior Siempre tan crítico tan altivo Tan romántico como te convierten tus ideas Que no tus amores Amores no tienes ninguno Después de todo como vas a amar Si eres tan frío contigo mismo Qué más da si puedes ser cualquiera Hace tiempo que renunciaste a tu simplicidad Juegas con múltiples personalidades Las manejas las conduces y al final Cuando ya han saciado tu ego Las olvidas o las descubres Todo eso piensas mientras vuelves a casa Noche tras noche Tú y la calle Más bien la calle y un indeciso transeúnte Volviendo de la función Repasando los guiones Haciendo ajustes Conflagrando textos enteros   H

Buscándome/te

- Ven, coge asiento. Quizá hoy podamos terminar nuestra conversación. A nadie le gusta dejar las cosas a medias. Y, sin embargo, aquí estamos, en este bar entre la ciudad y las afueras. En esta ciudad donde resides, pero no vives, o empiezas a vivir, pero donde no naciste. Sin mirarnos a los ojos salvo por pequeños instantes. Y dialogando a medias, como hacemos siempre. Tienes razón, es lo que más disfruto. La humanidad necesita que las cosas estén por resolver para sobrevivir. Sino…sino tendríamos que enfrentarnos a la verdad en las miradas de los demás en cada momento, en cada hora del día ¡Imagíneselo!   Un vagón de metro en el que no pudiese mirar hacia el infinito como habitúa a hacer, en el que tuviese lidiar con la trasparencia de los rostros ajenos de la manera más burda ¿Suena terrible no cree? Así me lo figuro yo. Hace tiempo que pienso esto y hace tiempo que me di cuenta de que soy incapaz de seguir ese modelo de vida. Odio los días a medias, los días mediocres. Hacen q